Alimentación infantil: alimentos para los primeros años de vida

El buen ejemplo de los padres para los hijos es la clave para establecer una alimentación infantil adecuada y unos hábitos saludables que perduren toda la vida. Un niño que crece en una familia que se alimenta de forma equilibrada y en la que se fomenta la actividad física, tiene más posibilidades de ser un adulto sano.

El comienzo de la alimentación de un niño debe iniciarse con la leche materna y debe contemplar la introducción paulatina de alimentos. Al año de vida, la alimentación del niño debe ser parecida a la del adulto.

Introducción de nuevos alimentos en el bebé

El primer año de vida es determinante para el crecimiento y desarrollo del niño. Hay que asegurar que la alimentación sea suficiente y adecuada. Todo ello redundará en un crecimiento y desarrollo adecuados y contribuirá a prevenir posibles enfermedades y crear unos buenos hábitos. Durante los seis primeros meses basta con la lactancia materna. A partir de aquí, el resto de alimentos se deben introducir de manera paulatina:

Introducción de alimentos en el 6⁰ mes de vida

  • Cereales. Primero sin gluten y una vez tolerados, con gluten.
  • Frutas. Primero en forma de puré. Introducirlas de una en una para controlar posibles alergias.
  • Verduras. Primero en puré. Introducirlas de una en una.

Introducción de alimentos en el 7⁰ mes de vida

  • Carne. Mezclada y triturada con verduras.

Introducción de alimentos en el 8⁰ mes de vida

  • Derivados lácteos (yogur, queso fresco y requesón). En poca cantidad.

Introducción de alimentos en el 9⁰ mes de vida

  • Pescado. Triturado con el puré. Primero el blanco y luego el azul.

Introducción de alimentos en el 10⁰ mes de vida

  • Yema de huevo. Cocida, añadida al puré de verduras.

Introducción de alimentos en el 11⁰ mes de vida

  • Legumbres. Trituradas, cocidas y sin piel.

Introducción de alimentos en el 12⁰ mes de vida

  • Leche de vaca.
  • Clara de huevo. Cocida, añadida al puré de verduras.

Introducción de alimentos en el 18-24⁰ mes de vida

  • Frutos secos.
  • Otros.

La alimentación del niño empieza en los padres

Una vez transcurridos los primeros años de vida, en la que el pequeño depende absolutamente de sus padres, en la siguiente etapa, los padres siguen siendo los principales responsables de la alimentación de sus hijos.

Y es que, muchos de los factores de riesgo modificables relacionados con la obesidad infantil, especialmente en los niños más pequeños, se desarrollan en el contexto familiar. Aunque coman en el colegio, esto solo supone una pequeña parte de las comidas totales. Eso no quita que haya que estar pendientes de las comidas de los colegios que, en muchas ocasiones, no responden a criterios de variedad y calidad nutricional.

Las prácticas de alimentación más interactivas y más centradas en el niño incluyen el establecimiento de rutinas y la estructuración de las comidas (por ejemplo, cenas en familia a una determinada hora) y facilitan la autonomía del niño en la ingesta de alimentos (por ejemplo, permitiendo al niño elegir la comida entre diversas opciones saludables, sugiriendo moderación).

Por el contrario, las prácticas no interactivas o centradas en la alimentación de los padres fallan en establecer rutinas reconocibles sobre la alimentación (por ejemplo, permisividad excesiva o ausencia de reglas). Esto limita la autonomía alimentaria del niño a través de prácticas como la monitorización excesiva del comportamiento dietético del niño y la aplicación de una presión excesiva al niño para que coma cierto tipo o cantidad de alimentos.

En este sentido, existe un elevado grado de evidencia de que las imponer la alimentación pueden impedir al niño identificar sus propias señales de hambre y saciedad, interfiriendo en la regulación del apetito. A largo plazo, estas prácticas pueden influir el comportamiento alimentario del niño incrementando el riesgo de obesidad.

En definitiva, en muchas ocasiones, las actitudes más restrictivas e imperativas en cuanto a las rutinas alimentarias de los niños por parte de los padres determinan unos mayores valores de IMC y unos comportamientos alimentarios menos sanos.

Estructuración de las comidas del niño

Una alimentación adecuada es aquella que aporta al niño todos los nutrientes y la energía necesaria para desempeñar sus actividades cotidianas y le permita además un correcto desarrollo y crecimiento. La estructuras de comidas a lo largo del día podría ser:

Desayuno

Mejor en familia y sin la tele.

Puede estar constituido por cualquier tipo de comida saludable (sobras de la cena anterior, un bocadillo, tortilla, etc.). Puede incluir fruta y algún lácteo sin azucarar.

Media Mañana

Una pieza de fruta, un pequeño bocadillo o un lácteo.

Comida

De primero ensaladas, verduras o legumbres. De segundo una pequeña ración de pescado o carne magra con verduras, hortalizas o semillas. Como postre fruta y agua para beber.

Merienda

Pieza de fruta o un bocadillo.

Cena

Planificada en función de los alimentos tomados a lo largo del día. Debe incluir alimentos vegetales y ser sencilla y ligera.

Preguntas y respuestas sobre alimentación infantil

Existen muchos mitos y creencias equívocas al respecto de la alimentación infantil. He aquí algunas respuestas que pueden ser útiles.

Mi niño no me come

No hay que sobredimensionar algunos problemas relacionados con la alimentación del niño. Ningún niño sufrirá dolencia alguna por no comer fruta o verdura unos días o si no quiere comer en alguna ocasión.

En este sentido, es muy importante respetar el apetito del pequeño y nunca obligarle a comer si no tiene más hambre.

Muchos expertos desaconsejan un exceso de actitudes restrictivas (como asegurarse de que en casa solo entra comida saludable o restringir continuamente el consumo de la que no lo sea) porque eso impide que el niño aprenda a autorregularse e incluso puede llevar a episodios de consumo compulsivo de esos productos prohibidos.

Carne o pescado

En una dieta equilibrada deben estar presentes las proteínas de buena calidad, que se encuentran en carne, pescado, huevos, lácteos, legumbres y semillas. Quizás dos raciones al día de carne o pescado sean excesivas.

La dieta del niño debería incluir una sola ración de carne magra (por ejemplo, pollo o pavo) o pescado. Las raciones de carne deben ser de 80-100 g y las de pescado de hasta 150 g. Lo ideal es alternar tipos, texturas y sabores. No deben faltar los huevos ni las legumbres. Estas últimas por su aporte de vitaminas, minerales y fibra.

En cuanto a los embutidos, no debe fomentarse su consumo, ya que tienen un exceso de aditivos, sal y grasas.

Y, por supuesto, es una opción válida el vegetarianismo en la dieta del pequeño, atendiendo a las potenciales carencias que pueden tener lugar (proteínas, vitamina B12, vitamina D, etc.).

Las verduras: fuente de problemas

Las verduras, junto con las frutas y las semillas (cereales, legumbres, frutos secos y otras semillas) deben ser la base de la alimentación. También para un niño.

Se aconsejan dos raciones diarias, una de ellas cruda (por ejemplo, una ensalada). Deben consumirse a diario y no siempre en forma de puré que es el recurso más habitual cuando el niño no las tolera de entrada (en el puré se produce una pérdida de nutrientes debido al triturado).

Para que el niño no rechace las verduras nada más verlas hay que variar su cocinado y presentación: se pueden preparar con pasta, gratinadas con bechamel, en revuelto, en brochetas a la plancha, etc.

No pasa nada si el niño se niega a comer verduras de entrada. En ningún caso hay que obligarle a que lo haga.

Chuches, comer o no comer

Lo más razonable es aceptar un consumo ocasional, pero no dentro de casa. Prohibir a un niño las chucherías solo aumentará su deseo por ellas.

No hay que obsesionarse con ello. Es inevitable que el niño las tome, ya sea en una fiesta, en el colegio o cuando un compañero le invite. Eso sí, en casa no las debería tener a su alcance.

Fruta y leche

Es preferible la fruta natural y entera a los zumos. Lo recomendable son tres frutas al día, si es posible. Se puede incluir algún zumo natural de vez en cuando. Hay que intentar evitar los néctares y bebidas mixtas de fruta y leche, ya que suelen contener una gran cantidad de azúcar.

Por el contrario, se pueden comer de vez en cuando frutas desecadas (pasas, orejones, higos, etc.).

Niños vegetarianos

Si la dieta es equilibrada, los niños vegetarianos pueden tener una salud tan buena como los que no lo son. Entre las ventajas que obtienen los vegetarianos están la baja tasa de colesterol y el alto aporte de vitaminas C, E y de fibra. Además, es muy raro ver a un niño vegetariano con obesidad.

Es falso que la alimentación vegetariana sea deficitaria y afecte al desarrollo del niño. Eso sí, es importante hacer una buena planificación para que no falten nutrientes esenciales en su dieta. En el caso de las dietas veganas (que excluyen cualquier tipo de alimento de origen animal) necesitan un aporte extra de calcio, hierro, vitamina B12 y vitamina D.

Obesidad infantil

El sobrepeso infantil se ha duplicado en el mundo en los últimos 30 años y cuadriplicado en los adolescentes. De este modo, la mitad de los niños presentan exceso de peso. Según el estudio Aladino, realizado con niños de 7 y 8 años en nuestro país, uno de cada cuatro niños tenía sobrepeso, mientras que casi uno de cada cinco era obeso.

Una alimentación poco saludable y el sedentarismo son los principales causantes de esta situación que puede desembocar en graves problemas de salud. Solo en un 2 % de los casos de obesidad existe una genética determinante. La casi totalidad, el 98 % restante, responde a unos hábitos inadecuados y un ambiente poco propicio.

Se estima que el 80 % de los niños obesos padecerán obesidad en la edad adulta y sufrirán enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión arterial, sin olvidar los problemas psicosociales. Los factores de riesgo cardiovascular aumentan en niños obesos, así como la posibilidad de desarrollar prediabetes. También es más común que sufran problemas de huesos y articulaciones y apnea del sueño.

La industria alimentaria y la permisividad de las instituciones públicas tampoco ayudan a poner fin al problema, permitiendo que la presión publicitaria sea ubicua e insistente y explote así nuestra tendencia innata a comer si vemos comida apetitosa a nuestro alcance.

Otro factor es el abandono de hábitos como hacer la compra en el mercado tradicional. En la actualidad se suele efectuar la compra casi en su totalidad en el supermercado, donde la mayoría de productos son ultraprocesados o precocinados, y mayoritariamente innecesarios o insanos. Se debería buscar tiempo para comprar productos locales de temporada y cocinar con tiempo, imaginación y alegría, haciendo partícipes a los más pequeños de la casa.

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