Qué es y cómo mejorar la memoria

Mejorar la memoria es un objetivo para mucha gente, sobre todo cunado ha llegado a cierta edad.

La memoria es un bioalmacén de recuerdos, un registro temporal en constante evolución. Por otro lado, nos otorga la capacidad de ser quienes somos. Sin memoria no podríamos percibir, aprender o pensar, no podríamos expresar nuestras ideas y nuestra identidad personal desaparecería.

Una buena memoria nos permite desenvolvernos mejor en el mundo. Pero es un elemento activo, se puede trabajar para mejorar la memoria.

Qué es la memoria

La memoria humana es un sistema para el almacenamiento y la recuperación de información obtenida mediante los sentidos. Sin embargo, todavía no se conocen del todo los mecanismos de cómo la actividad bioelectroquímica de las neuronas se transforma en experiencias subjetivas, emociones, recuerdos y pensamientos.

Para qué sirve la memoria

La memoria no es un almacén estático, es una entidad creativa. No es perfecta y está sujeta a errores, distorsiones e ilusiones. Es compleja y comprende la integración de múltiples sistemas, muchos de los cuales no presentan límites claros, por lo que se solapan.

La memoria muestra en ocasiones un patrón que podría denominarse como aleatorio o caprichoso, pues determina la conservación de información innecesaria y el olvido de cosas que quisiéramos recordar.

La corteza cerebral está directamente implicada en la memoria, junto a otras zonas cerebrales, como el sistema límbico. El hemisferio derecho procesa la información visual y el izquierdo, la verbal. En este sentido, la capacidad para recordar imágenes es mayor que la de recordar palabras.

Cómo funciona la memoria

La memoria surge a partir de la interacción entre el entorno y el individuo por medio de la percepción sensorial.

Los diferentes tipos de memoria son herramientas del cerebro para optimizar nuestra relación con el entorno.

Diferentes tipos de memoria

Se pueden diferenciar varios tipos de memoria en función de su alcance y la clase de información que recopilan:

  • Memoria de trabajo.
  • Memoria a corto plazo. Es la información inmediata para interactuar con el ambiente.
  • Memoria a largo plazo. Incluye los recuerdos vividos, el conocimiento acerca del mundo, imágenes y conceptos.
    • Memoria declarativa (explícita). Integra la información sobre hechos.
      • Memoria episódica. Con significado personal y biográfico.
      • Memoria semántica. Almacena datos generales e información (enciclopédica).
    • Memoria procedimental (implícita). Contenida en las habilidades o destrezas perceptivas, motoras y cognitivas adquiridas. Solo se puede acceder a ellas a través de la acción.

La memoria procedimental determina la adquisición de nuevas habilidades y el mantenimiento de hábitos antiguos.

La memoria semántica determina el conocimiento declarativo de los hechos sobre el mundo. Estos subtipos de memoria se encuadran en el aquí y el ahora.

Por el contrario, la memoria episódica permite aprovechar las experiencias biográficas para recordar y revivir acontecimientos, experiencias y emociones que sucedieron en el pasado.

De acuerdo con la llamada hipótesis constructiva de simulación episódica, la función básica del cerebro es utilizar las experiencias del pasado y aplicarlas en el futuro. De este modo, las experiencias procesadas por el sistema de memoria episódica anticipan posibles escenarios futuros que pueden ser planeados.

La función de la memoria episódica se centraría en su acción constructiva. Permitiría así proyectar acontecimientos futuros en función de los recuerdos de situaciones vividas en el pasado.

Mitos de la memoria

Existe una serie de creencias falsas sobre la memoria que la dibujan como un mero almacén estático. En él se acumularían recuerdos instantáneos y objetivos que se podrían recuperar sin más en el presente. Esto, ciertamente, no es así. El funcionamiento real de la memoria estaría basado en los siguientes principios:

  1. Los recuerdos episódicos no son exactos.  Tampoco se trata de reflejos objetivos de lo que aconteció. La realidad es que los recuerdos son subjetivos y dependen de nuestro punto de vista en cada momento. En definitiva, no recordamos lo que pasó. Lo que recordamos deviene lo que pasó.
  2. Los recuerdos no son registros estables sobre el pasado. En realidad, los recuerdos no están grabados en piedra. Son maleables y tienen que ver tanto con la construcción como con la reconstrucción. Nuestros recuerdos y creencias sobre lo que pensamos que pasó se transforman y pueden modificarse cada vez que los “revisitamos”.
  3. No recordamos la totalidad de las escenas. En realidad, extendemos las fronteras de los acontecimientos, completando los espacios en blanco a nuestra conveniencia. El resultado final seguramente no será demasiado fiel a la «realidad».
  4. La memoria no es un álbum de instantáneas. Un acontecimiento necesita ser «revivido» para constituirse como recuerdo.
  5. No se viaja hacia atrás en el tiempo para revivir el pasado. El tiempo no se revierte mentalmente. Se salta a un punto específico de la memoria y entonces se activa hacia adelante. La memoria no es una cinta de vídeo en la que se pueda rebobinar hacia atrás.
  6. La función de la memoria no es recordar el pasado. Su principal función es su aplicación en los acontecimientos futuros.
  7. El futuro no tiene porqué ser parecido al pasado. Se tiende a pensar que el futuro será más parecido al pasado y al presente de lo que será finalmente.

Mejorar la memoria

En cuanto a mejorar la memoria se pueden establecer varios enfoques diferentes. En primer lugar, las condiciones de salud general o el estado nutricional pueden afectar al rendimiento cognitivo y a la memoria. Especialmente en cuanto a los nutrientes que más se relacionan con la función cerebral.

Por otro lado, el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento, puede determinar una pérdida de memoria variable. Esta puede producirse a distintos niveles (en la memoria declarativa o explícita y en la memoria de trabajo). Por otro lado, el deterioro cognitivo y de la memoria es mayor cuando se dan patologías como el Alzheimer o la esclerosis múltiple. Este deterioro está más acentuado debido a la degeneración que se produce en el sistema nervioso central.

En cualquier caso, son múltiples los estudios que señalan los beneficios del entrenamiento específico a nivel cognitivo de, por ejemplo, la memoria de trabajo.

Memoria operativa o de trabajo

La memoria de trabajo es un sistema frágil responsable del procesamiento de la información y de su almacenamiento temporal. Sólo puede manejar unas cuantas unidades de información a la vez y además se desvanece en un corto periodo de tiempo.

En este sentido, la memoria de trabajo se relaciona directamente con la memoria a corto plazo (se sirve de ella), de ahí su limitada capacidad de almacenamiento. La memoria de trabajo está implicada en diversidad de actividades cognitivas en las que se maneja y procesa información en breves periodos de tiempo en el presente. Entre ellas cabe destacar razonar, pensar, leer, aprender, calcular y conversar.

Durante las dos últimas décadas han sido numerosos los estudios que han mostrado las relaciones entre memoria operativa y procesos cognitivos de alto nivel, como la comprensión lectora, el razonamiento deductivo o el cálculo numérico. Algunos trabajos llegan a relacionar la memoria operativa con la inteligencia psicométrica y con el rendimiento académico. En este sentido, los niños con dificultades para leer y para las matemáticas a menudo presentan déficits en la memoria de trabajo.

La capacidad de memoria de trabajo varía individualmente y tiene una importante relevancia clínica. De hecho, su deterioro se relaciona con el proceso de envejecimiento y con determinadas patologías neurológicas y psiquiátricas. Son diversas las enfermedades que presentan un deterioro de la capacidad de memoria de trabajo. Cabe destacar aquí la esquizofrenia, el trastorno obsesivo-compulsivo, la depresión, el alcoholismo, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y el autismo. También la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, el síndrome de Down y la esclerosis múltiple, entre otras.

Entrenamiento de la memoria de trabajo

El entrenamiento de la memoria de trabajo se asocia con un amplio rango de mejoras cognitivas. Sin embargo, los resultados de los estudios no son homogéneos. Las investigaciones de neuroimagen muestran algunos efectos del entrenamiento de la memoria de trabajo, como la activación de la zona frontoparietal. Este área parece jugar un papel central en relación con este tipo de memoria.

Memoria: el arte de memorizar

Mejorar la memoria, esto es, potenciar la memorización de información como acto voluntario es una habilidad aprendida que requiere la realización de un esfuerzo. Para facilitar el recuerdo de la información, la memorización y el aprendizaje existen diferentes elementos que pueden contribuir a mejorar la memoria:

  • Centrar la atención y alejar las distracciones. La atención es el proceso selectivo mediante el cual se atiende a estímulos importantes y se ignoran los irrelevantes.
  • Organizar la información. La información organizada se recuerda mejor. El recuerdo mejora si se agrupan las unidades de información. Por ejemplo, al dar un número de teléfono, se ha comprobado que es mejor agrupar las cifras en grupos de 3 elementos.
  • Sentido. Dotar de sentido una información que se quiere memorizar facilita la tarea.
  • Asociación. Relacionar lo que se desea aprender con algo que ya se sabe.
  • Hablar para memorizar. La presentación auditiva produce un recuerdo superior a la visual. Así, si se acaba de oír un número de teléfono, es más probable que se recuerde que si se acaba de leer.
  • Descripción. Describir lo que se quiere memorizar puede ayudar a su recuerdo.
  • Ejercicio aeróbico y descansar bien. El ejercicio y el descanso son factores que se relacionan con una mejor capacidad para memorizar.

Declive cognitivo y memoria

La memoria episódica o de acontecimientos biográficos es una parte de la memoria a largo plazo que conecta con el pasado. Se trata de una de las partes de la función cognitiva que parece más susceptible a los efectos del envejecimiento. Los cambios relacionados con la edad en la memoria son críticos para el funcionamiento cotidiano. Su declive es muy pronunciado en condiciones como el deterioro cognitivo amnésico y la enfermedad de Alzheimer. En este sentido, los estudios muestran que un menor rendimiento de la memoria es un predictor fiable del futuro declive cognitivo.

El olvido o la antimemoria

En contraposición a la memoria, el olvido es la incapacidad de recordar nombres, fechas, hechos o conocimientos. Se produce por una saturación de información o un “fallo” en la recuperación de la misma.

El olvido es tan importante como la memoria. Recordar todos los datos y acciones de cada día supondría almacenar una cantidad ingente de información inútil. De este modo, el mecanismo que subyace tras el hecho de que olvidemos ciertos recuerdos y no otros responde a determinadas características específicas. Este mecanismo de “olvido selectivo” no es un sistema infalible.

Olvidar para regular las emociones

Más allá de situaciones patológicas, el olvido, según muchos conocedores de la materia, parece cumplir una función adaptativa clave. En estos términos, el olvido se puede considerar como una importante herramienta cognitiva.

Olvidar tiene repercusiones sobre tres dominios de la vida humana: la emoción, la cognición y el comportamiento. Específicamente, olvidar puede regular las emociones, estructurar la cognición y hacer sensible el contexto en el que se desarrolla el comportamiento.

Para los defensores del olvido como mecanismo adaptativo, las consecuencias positivas de olvidar han sido oscurecidas por diferentes razones. En primer lugar, son mucho más evidentes las consecuencias negativas del olvido en la vida cotidiana, que también las tiene. En este sentido, se suele identificar tradicionalmente el aprendizaje como “retención de información”, por lo que el olvido es percibido como un acto contraproducente, un elemento destructivo poco adaptativo. Sin embargo, otra interpretación del olvido más favorable es aquella que lo considera como un fenómeno gradual, selectivo y dependiente del contexto.

Así, el olvido puede tener lugar con respecto a una parte específica del recuerdo. Por ejemplo, las emociones asociadas a un determinado acontecimiento pueden olvidarse, pero no el acontecimiento en sí.

Olvido protector

El olvido podría cumplir de este modo una finalidad de autoprotección. Algunos recuerdos indeseables o negativos pueden ser «intencionadamente» olvidados. De igual modo, la construcción de recuerdos imprecisos puede ser una forma de interaccionar con un pasado inaceptable o poco útil. Estos recuerdos distorsionados –o incluso falsos– pueden ser adaptativos si forman parte de narrativas deseadas que no entren en conflicto con aspectos objetivos del mundo.

Consecuencia de todo ello es que, por ejemplo, existan más recuerdos positivos que negativos. De hecho, se tiene constancia de que los adultos suelen tener el doble de recuerdos autobiográficos positivos que negativos. Esto no es casual y parece estar directamente relacionado con el hecho de experimentar de forma predominante afectos y emociones positivos.

El olvido selectivo de lo negativo puede ayudar a obtener una relación saludable entre afectos positivos y negativos y puede dejar espacio para focalizar en las emociones positivas y el pensamiento optimista. El olvido selectivo de los recuerdos negativos puede facilitar la salud mental y puede ser un elemento esencial en la regulación y el bienestar emocional.

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