Hipertensión, la primera causa de muerte

La hipertensión arterial es la primera causa de muerte y discapacidad en el mundo.

Aunque se ha producido una mejora en su diagnóstico y tratamiento, solo la mitad de las personas con hipertensión que han sido tratadas están adecuadamente controladas.

Muchos de los casos de hipertensión se pueden prevenir por medio de los hábitos de vida. La sal de la dieta es el principal factor controlable relacionado con la hipertensión.

Qué es la hipertensión arterial

La hipertensión arterial (HTA) es la excesiva tensión de las paredes de las arterias al paso de la sangre. Al pasar por las arterias y vasos sanguíneos, la sangre ejerce una presión que las paredes devuelve en forma de tensión. Cuanto mayor es la tensión, más esfuerzo tiene que realizar el corazón para bombear la sangre.

Cuando la tensión arterial es más alta de lo normal, se ve incrementado el riesgo de padecer problemas cardiovasculares.

Epidemiología de la hipertensión

La hipertensión arterial es el factor de riesgo cardiovascular más común en el mundo, afectando a cerca de una cuarta parte de la población adulta. Esto representa que 1.000 millones de personas en todo el mundo padecen HTA.

Hipertensión en España

En España, hasta el 40 % de la población mayor de edad padece hipertensión. Esta proporción aumenta con la edad, llegando a 2 de cada 3 personas mayores de 60 años. Esto se traduce en más de 10 millones de personas en España con HTA.

La hipertensión es un factor de riesgo importante de las enfermedades cardiovasculares, principalmente, infarto e ictus. Ello se traduce en unas 40.000 muertes cardiovasculares anuales atribuibles a la hipertensión arterial.

Síntomas de la hipertensión

La mayoría de las personas que tienen hipertensión no presentan ningún síntoma. Esto convierte a la hipertensión en más peligrosa.

Sin embargo, en ocasiones la hipertensión sí causa algún síntoma. Entre ellos cabe destacar:

  • Dolor de cabeza.
  • Dificultad respiratoria.
  • Dolor torácico.
  • Palpitaciones.
  • Vértigo.
  • Hemorragias nasales.

Diagnóstico de la hipertensión

La tensión arterial presenta dos valores diferenciados: la tensión arterial sistólica (alta) y la tensión arterial diastólica (baja). La primera hace referencia a la tensión de las arterias cuando el corazón está contraído y se está bombeando la sangre. Por el contrario, la segunda se obtiene cuando el corazón está relajado. La tensión se mide en milímetros de mercurio (mmHg).

A grandes rasgos, se puede decir que la tensión arterial normal se sitúa en torno a 120 mmHg la sistólica y 80 mmHg la diastólica. A partir de 140 y/o 90 se considera hipertensión.

Más en concreto, se suelen diferenciar los siguientes grados de tensión arterial:

Tensión arterial óptima

Valores inferiores a 120 y 80 (sistólica y diastólica, respectivamente).

Tensión arterial normal

Valores de 120-129 y/o de 80-84 (sistólica y diastólica, respectivamente).

Tensión arterial normal-alta

Valores de 130 -139 y/o de 85 a 89 (sistólica y diastólica, respectivamente).

Hipertensión Grado 1

Valores de 140-159 y/o de 90-99 (sistólica y diastólica, respectivamente).

Hipertensión Grado 2

Valores de 160-179 y/o de 100-109 (sistólica y diastólica, respectivamente).

Hipertensión Grado 3

Valores iguales o superiores a 180 y/o a 110 (sistólica y diastólica, respectivamente).

Hipertensión sistólica aislada

Valores iguales o superiores a 140 la sistólica e inferiores a 90 la diastólica.

Hipertensión, factor de riesgo cardiovascular

La hipertensión es la principal causa de infarto e ictus. Una persona con hipertensión arterial presenta 6 veces más riesgo de sufrir un infarto cerebral.

Hipertensión y corazón

La hipertensión supone una afectación del corazón que se ve obligado a realizar un mayor esfuerzo. Esto determina que aumente el volumen muscular cardíaco, lo que supone un aumento del riego de padecer insuficiencia coronaria y la aparición de arritmias.

Por otro lado, la hipertensión propicia la aparición de arterioesclerosis y trombosis.

Hipertensión y cerebro

El deterioro de las arterias causado por la hipertensión puede provoca la aparición de ictus o accidentes cerebrovasculares.

Hipertensión y riñón

La hipertensión puede determinar una irrigación sanguínea deficiente a nivel renal. Esto puede determinar la aparición de insuficiencia renal. La afectación del riñón, a su vez, puede determinar la aparición de hipertensión. De hecho, muchos de los fármacos antihipertensivos centran su efecto a nivel renal.

Causas de la hipertensión

Las causas de la hipertensión están mediadas por una interacción compleja de factores genéticos y ambientales. Sin embargo, uno de los principales factores controlables es de carácter dietético. Se trata del consumo excesivo de sal.

Sal e hipertensión

La sal está compuesta por sodio y cloro. Se trata de dos electrólitos necesarios para nuestro organismo. Sin embargo, aparecen de forma natural en multitud de alimentos, por lo que no se necesita un aporte extra, añadiendo sal a los platos y preparaciones culinarias. Esto responde más a cuestiones culturales o gastronómicas. De hecho, la preferencia por el sabor salado es absolutamente adquirida, al contrario que la preferencia por lo dulce, que es innata.

La cantidad de sodio presente en el organismo está ligada a la cantidad de líquido. El aumento del agua que supone un exceso de sal determina un aumento de peso corporal y obliga a corazón, hígado y riñones a hacer un trabajo extra para eliminarla.

El principal efecto sobre la salud de un consumo excesivo de sal es el aumento de la tensión arterial, a su vez, importante factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.

Sensibilidad a la sal

La hipertensión es más común en entornos en los que el consumo de sal se sitúa por encima de los 6 g al día. Parece ser, por tanto, que existe un nivel habitual de ingesta por encima del cual la hipertensión crece en una población.

Sin embargo, los efectos de la sal sobre la tensión arterial varían sustancialmente de unos individuos a otros. Es lo que se conoce como “sensibilidad a la sal”. De hecho, el efecto de la sal en un mismo individuo puede variar dependiendo del momento. En definitiva, los mecanismos de la sensibilidad a la sal y al sodio no son completamente conocidos.

En cuanto a diferencias poblacionales, la sensibilidad a la sal se ha observado de forma más intensa en afroamericanos. También en pacientes con obesidad, síndrome metabólico o insuficiencia renal. De este modo, la ingesta excesiva continuada de sal, probablemente, juega un rol más importante en el desarrollo de hipertensión en esos grupos de población.

Hipertensión y reducción de sal

Todas las guías recomiendan una dieta baja en sal como elemento clave en la prevención y el tratamiento de la hipertensión.

La reducción de sodio en la dieta puede reducir la tensión arterial en personas normotensas, pre-hipertensas e hipertensas, incluyendo las personas mayores.

El 80% de la sal que se consume proviene de alimentos procesados. De este modo, la principal acción para reducir la sal de la dieta no tiene que ver con el salero, sino con el supermercado.

El problema es que –igual que sucede con el azúcar oculto que aparece en los alimentos más insospechados– la sal es unos de los ingredientes más habituales en los alimentos que compramos en el supermercado.

La sal en los alimentos cumple, básicamente, dos funciones principales: como conservante, alargando la vida de los alimentos, y como potenciador del sabor. Por lo tanto, para la industria es muy sencillo añadir sal y conseguir así dos objetivos principales: que su producto se pueda vender durante más tiempo y tenga un sabor gustoso que pueda atraer al mayor número de consumidores.

En la actualidad, por ley, todos los alimentos etiquetados deben incluir su contenido de sal.

Poder adictivo de la sal

La sal presenta un potente efecto adictivo, lo que explica las dificultades observadas a la hora de disminuir su consumo. Por ello, es importante controlar el consumo de sal desde la infancia, cuando todavía no existe un hábito de consumo consolidado.

Cuánta sal tomar

La OMS lleva tiempo promoviendo el objetivo de una ingesta inferior de 5 g al día de sal (2 g de sodio) en adultos. En España, esto significaría una reducción de la ingesta de sal a la mitad, ya que algunos estudios sitúan el consumo medio de sal en España en torno a los 10 g al día.

A grandes rasgos, se puede afirmar que un alimento tiene un contenido excesivo de sal si tiene más de 1 g de sal por 100 g de producto. Por el contrario, uno que contenga menos de 0,25 g de sal por 100 g tendrá un bajo contenido en sal

Algunos consejos para reducir el consumo de sal incluirían:

  • Fomentar el consumo de alimentos frescos (frutas, verduras, hortalizas).
  • Reducir el consumo de alimentos procesados (incluyendo precocinados, snacks, embutidos, patés, salazones, frutos secos con sal, etc.).
  • Reducir la sal en la cocina y el salero.

Medicamentos para la hipertensión

Los medicamentos para el tratamiento de la hipertensión arterial o fármacos antihipertensivos son numerosos. Los principales grupos, en función de su mecanismo de acción, son:

  • Diuréticos. Ayudan a expulsar a través de la orina el sodio y el agua.
  • Betabloqueantes. Ralentizan el ritmo cardíaco, lo que disminuye la tensión arterial.
  • Antagonistas del calcio. La obstaculización de la entrada de calcio en las células determina la relajación de las arterias y la reducción de la actividad cardíaca.
  • IECA. Inhibidores de la acción de la enzima de conversión de la angiotensina. De este modo se impide que exista un exceso en contracción de los vasos sanguíneos.
  • Antagonistas de la enzima de conversión de la angiotensina. Efecto similar a los IECA.

Hipertensión pulmonar

La hipertensión pulmonar es un tipo de tensión arterial elevada que afecta a las arterias pulmonares y al lado derecho del corazón. Este aumento de la tensión arterial tiene lugar debido a cambios producidos en las células que recubren las arterias pulmonares. Es independiente de la hipertensión general.

A menudo es asintomática, si bien pueden aparecer los siguientes síntomas:

  • Disnea o dificultad para respirar.
  • Fatiga.
  • Mareos y desmayos.
  • Presión en el pecho.
  • Hinchazón y edema de piernas y abdomen.
  • Pulso acelerado y palpitaciones.
  • Cianosis o tono azulado en la piel y los labios.

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