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Un nuevo estudio concluye que ser más optimista se asocia con una mayor esperanza de vida y la probabilidad de una longevidad elevada.
Novedad del estudio
Los estudios previos ya han mostrado que el optimismo se asocia con la reducción del riesgo de muerte prematura y una mayor esperanza de vida.
La novedad del estudio radica en focalizarse sobre la longevidad elevada. Así, un mayor optimismo se asocia con la probabilidad de alcanzar los 85 años, como mínimo.
Genética, factores psicosociales y salud
La investigación sobre la longevidad se ha venido enfocando en identificar los factores biológicos -especialmente las variantes genéticas- asociados con una mayor supervivencia. Sin embargo, como ya comentamos en Sanalalá, una creciente evidencia sugiere que los factores no genéticos son más importantes.
De este modo, los estudios epidemiológicos recientes han identificado características psicosociales -entre los que se encuentra ser optimista- como un potencial predictor de una vida más larga. En este sentido, se observa una fuerte relación entre un alto nivel de optimismo y un riesgo reducido de desarrollar enfermedades crónicas, incluyendo un menor riesgo de eventos cardiovasculares, enfermedades metabólicas, declive de la función pulmonar y, en definitiva, la disminución de mortalidad prematura.
Características del estudio
El nuevo estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Harvard en EEUU y recientemente publicado por en la revista PNAS, se basó en la hipótesis de que un mayor grado de optimismo se asociaba con una mayor esperanza de vida y una mayor longevidad (superior a los 85 años).
Esta asociación fue replicada en dos cohortes independientes, uno de mujeres y otros de hombres, tras ajustar por factores de confusión y variables relacionadas.
Participantes del estudio
La cohorte femenina incluyó 69.744 mujeres del Nurses’ Health Study (NHS) y la masculina a 1.429 hombres del Veterans Affairs Normative Aging Study (NAS).
A las participantes del NSH se les hizo un seguimiento desde 1976 con cuestionarios bienales, una evaluación de optimismo en 2004 y un seguimiento de la mortalidad hasta 2014. Por su parte, a los participantes del NAS se les hizo un seguimiento desde 1961, con una evaluación sobre el grado de optimismo en 1986 y un seguimiento de la mortalidad hasta 2016.
Cualitativamente, las mujeres evaluadas con mayores niveles de optimismo presentaban mayor grado de formación y eran menos proclives a padecer depresión y diabetes tipo 2.
Los hombres con mayores niveles de optimismo presentaban mayores niveles de formación y de ingresos familiares. Igualmente, fueron menos proclives a presentar síntomas depresivos y diabetes tipo 2 y reportaron un menor consumo de alcohol y un menor IMC.
Tanto en mujeres como en hombres, un mayor optimismo significó un mayor grado de actividad física.
Durante los 10 y 30 años de seguimiento del NHS y NAS, respectivamente, la mortalidad alcanzó al 13 % de las mujeres y al 71 % de los hombres.
Resultados del estudio
Los resultados del estudio sugieren que el optimismo se presenta como un aspecto psicológico promotor de la salud y la longevidad. De este modo, el optimismo sería un valioso objetivo independiente para la promoción de la salud.
Mujeres
En el modelo ajustado según las condiciones demográficas y de salud al inicio del estudio, las mujeres con un mayor optimismo presentaron una esperanza de vida un 15 % mayor que las menos optimistas (95% CI: 11,9-18,0 %).
Para contextualizar la magnitud de esas estimaciones, no padecer diabetes tipo 2 se asoció con una esperanza de vida un 17,0 % mayor y nunca haber sufrido un infarto de miocardio, un 18,0 % mayor.
Tras ajustes adicionales de los hábitos de salud, la asociación entre optimismo y esperanza de vida se atenuó, pero permaneció estadísticamente significativa. De este modo, las más optimistas presentaban una esperanza de vida un 8,7 % mayor que las pesimistas (95% CI: 5,8-11,6 %).
Hombres
En el caso de los hombres, un optimismo más elevado en el inicio y tras el ajuste por variables sociodemográficas, condiciones de salud y depresión, se asociaba con una esperanza de vida un 10,0 % mayor que en los menos optimistas (95% CI: 1,3-21.5 %).
En este caso, no padecer diabetes tipo 2 se asoció con una esperanza de vida un 13,1 % mayor y no sufrir de patología coronaria, con una esperanza de vida un 16,6 % mayor (95% CI: 10,4-22,4%).
Al igual que en mujeres, el ajuste según los hábitos de salud determinó una esperanza de vida un 9,8 % mayor para los más optimistas vs. los menos (95% CI: 0,3-20,3 %).
Longevidad elevada
En el NHS, de las 13.045 mujeres nacidas con la suficiente antelación para poder alcanzar, al menos, los 85 años, el 86 % sobrevivieron a esa edad. Un mayor optimismo se asoció con una mayor probabilidad de alcanzar esa longevidad elevada.
De este modo, tras ajustar por factores demográficos, condiciones de salud y depresión, la probabilidad de alcanzar una longevidad elevada fue un 50 % más alta en las más optimistas (OR: 1,5; 95% CI: 1,2-1,7).
En el NAS, de los 1.117 hombres elegibles, el 56 % rebasaron los 85 años. El Odds Ratio o probabilidad de alcanzar una longevidad elevada para los hombres más optimistas fue 1,7 (95% CI: 1.1-2.6), o sea, un 70 % más de probabilidad de alcanzar los 85 años.
Optimismo, objetivos y esperanza de vida
Las personas optimistas suelen tener objetivos vitales y una mayor disponibilidad y empeño para alcanzarlos. El optimismo también puede otorgar una mayor eficacia a la hora de resolver problemas y la capacidad de reajustar los objetivos iniciales cuando estos devienen inalcanzables.
Por otro lado, la asociación entre esperanza de vida y optimismo se mantiene tras ajustar por numerosas condiciones de salud, incluyendo colesterol alto, hipertensión, diabetes tipo 2, enfermedad cardiaca, ictus y cáncer.
Sé optimista: ¡el optimismo se aprende!
Los investigadores han especulado con la idea de que el optimismo puede facilitar comportamientos más saludables y una mayor longevidad, dado que el optimismo contribuye al modo en el que los objetivos se traducen en comportamientos.
Algunas estimaciones señalan que ser optimista puede ser una condición del carácter heredable en un 25 %, pero es también influido por factores ambientales, sociales y estructurales que determinan la posibilidad de su aprendizaje.
En este sentido, algunos estudios han mostrado que intervenciones relativamente breves pueden aumentar el optimismo a corto plazo.
Grado de evidencia y recomendación
Para empezar, hay que dejar claro que al tratarse de un estudio observacional no se pueden extraer conclusiones de causa y efecto.
Una fortaleza importante del estudio es la inclusión de una amplia muestra de participantes y la consideración de un amplio conjunto de variables que podrían influir en la asociación entre el optimismo, la esperanza de vida y la longevidad.
Algunas limitaciones del estudio son que ambas cohortes incluyen mayoritariamente personas blancas con un estatus socioeconómico elevado. En este sentido, otros estudios han encontrado que una mayor educación, nivel de ingresos y estatus ocupacional puede determinar mayores niveles de optimismo en los individuos. Por otro lado, las diferencias étnicas están menos claras.
Uno de los factores inciertos es cómo las circunstancias vitales tempranas modelan el nivel de optimismo y la probabilidad de alcanzar una longevidad elevada. Sin embargo, el optimismo parece altamente estable en la edad adulta.
Finalmente, no se puede descartar una causalidad inversa, es decir, que los individuos con menos salud o que ya estén enfermos sean menos optimistas y por ello sea menos probable que alcancen una longevidad elevada.
Por todo ello, nos encontramos en un nivel secundario de evidencia que permite una recomendación de nivel B. En cualquier caso, a nadie le va a hacer mal -especialmente a los que están a su alrededor- que le recomienden que sea un poco más optimista.