Hepatitis: transmisión, vacunas y tratamientos

La hepatitis de origen vírico es una inflamación del hígado que puede estar causada por hasta 6 virus diferentes (A, B, C, D, E y G). Se considera uno de los mayores problemas de salud pública en el mundo. No en vano, las muertes causadas por la enfermedad infecciosa en 2015 llegaron a 1,3 millones a nivel mundial, más de las causadas por el VIH. Se establece un objetivo de reducción del 90 % de las infecciones y del 65 % de la mortalidad para el año 2030 por parte de la OMS.

Hepatitis causadas por diferentes virus

Los diferentes virus causantes de la enfermedad difieren en sus características biológicas, inmunológicas, patológicas y epidemiológicas.

Hay que señalar que el 96 % de la mortalidad está causado por las infecciones del virus de la hepatitis C y B.

Los síntomas más genéricos incluyen fiebre, malestar general, fatiga, náuseas, pérdida de apetito, ictericia (color amarillo de la piel) y dolor en el hígado. Ninguna de estas manifestaciones permite la identificación de la enfermedad. Tampoco el establecimiento de un diagnóstico definitivo, por lo que es preciso recurrir a pruebas específicas de laboratorio.

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Hepatitis A

Es la infección causada por el virus de la hepatitis A (género Hepatovirus, familia Picornaviridae).

Se produce por contacto personal o la ingestión de agua y alimentos contaminados. Suele estar presente en zonas en las que las condiciones sanitarias son deficientes. Su distribución es universal. Representa una de las principales enfermedades en la población infantil.

Contagio de la hepatitis A

El VHA es responsable del 20-25 % de los casos clínicos de hepatitis. Es transmitido principalmente por vía oro-fecal. Sin embargo, también puede ser transmitido mediante el uso compartido de jeringuillas, por contacto sexual y, posiblemente, por transmisión vertical (de madre a hijo).

En los niños más pequeños la infección puede pasar desapercibida, pero puede causar el contagio de terceros.

La mayor incidencia tiene lugar en niños que no han sido vacunados.

Identificación del virus de la hepatitis A

Los anticuerpos de tipo inmunoglobulina-M es el marcador serológico clásico para el diagnóstico clínico de la infección.

Síntomas específicos de la hepatitis A

Suele presentarse con un inicio abrupto marcado por síntomas como la fiebre, dolor de cabeza, vómitos, diarrea, anorexia, fatiga, orina oscura, heces blanquecinas e ictericia.

Prevención y tratamiento de la hepatitis A

Las medidas de prevención incluyen el saneamiento del agua, el lavado de alimentos vegetales frescos y de las manos. Pero, especialmente debe incluir la vacunación.

El calendario de vacunas en España no incluye la vacunación contra la hepatitis A, aunque algunas Comunidades Autónomas como Cataluña y Ceuta y Melilla sí la incluyen. Este último caso es debido a la importante circulación del virus de origen africano.

En este sentido, la vacunación es recomendable en casos especiales:

  • Viajeros que vayan a países con un elevado riesgo de infección (países de África, América Central, América del Sur y Asia).
  • Niños residentes en centros de acogida, internados, etc.
  • En caso de brotes en guarderías, colegios u otras instituciones.
  • Niños con enfermedades que aumenten el riesgo de desarrollar hepatitis fulminante, como hepatitis B o C, o enfermedad hepática crónica de cualquier causa.
  • Niños en tratamiento con productos derivados de la sangre (hemofilia, etc.).

No existe tratamiento para la hepatitis A, si bien se suele curar espontáneamente. Sin embargo, en algunos casos se produce un agravamiento en forma de enfermedad fulminante.

Hepatitis B

El virus causante de la hepatitis B presenta el ADN encapsulado y pertenece a la familia de los Hepadnaviridae. Está distribuido por todo el mundo, especialmente en la cuenca amazónica, el África Subsahariana y algunas partes de Asia.

Según la OMS, en 2015 había 257 millones de personas infectadas de manera crónica por el virus B. Esto supone un alto riesgo de enfermedad hepática grave y muerte por cirrosis o hepatocarcinoma. De este modo, la hepatitis B es responsable de cerca de un millón de muertes al año en todo el mundo.

Contagio de la hepatitis B

El contagio tiene lugar por medio de los diferentes fluidos infectados, principalmente la sangre, pero también el semen y la saliva. De este modo, las principales vías de transmisión son el contacto sexual, la exposición percutánea a sangre o a fluidos corporales infectados y la transmisión de madre a hijo (a nivel fetal o durante el parto).

La infección por el virus de la hepatitis B puede causar enfermedad aguda o crónica. En la aguda, se presenta como hepatitis fulminante en un 1-2 % de los casos. La enfermedad crónica puede dar lugar a la aparición de cirrosis y carcinoma hepatocelular.

Identificación del virus de la hepatitis B

El estudios de diferentes marcadores virales en sangre permite determinar la etapa de la infección, la convalecencia y la posible cronicidad del paciente en estudio, así como la respuesta frente a la vacunación.

Síntomas de la hepatitis B

La mayor parte de los afectados por la infección no experimentan síntomas durante la fase aguda. Algunos, por el contrario, presentan un cuadro con síntomas típicos que duran varias semanas y que incluyen ictericia, orina oscura, fatiga, náuseas y dolor abdominal.

Prevención y tratamiento de la hepatitis B

El virus de la hepatitis B, junto con el virus del papiloma humano, es causa demostrada de cáncer prevenible mediante vacunación. A nivel mundial, se estima que más de la mitad de los carcinomas hepatocelulares son debidos al virus de la hepatitis B.

De este modo, la prevención de la enfermedad se basa fundamentalmente en la vacunación. También es importante a nivel clínico el manejo adecuado de la sangre, los fluidos corporales y los hemoderivados. Finalmente, serán relevantes todas las medidas que impidan la infección por transmisión sexual.

España, con una prevalencia de portadores del 1-2 %, se considera un país de prevalencia baja. En la actualidad, anualmente se declaran alrededor de 800 casos de hepatitis B. El periodo de mayor riesgo para la adquisición de la infección en nuestro país es el final de la adolescencia y los primeros años de la edad adulta.

El calendario de vacunación en España incluye la vacuna de la hepatitis B. Esta se suministra en 3 dosis, que se administran a los 2 meses, a los 4 y a los 11 meses de edad.

Hepatitis C

El virus de la hepatitis C pertenece a la familia de los Flaviviridae. Es un tipo de virus encapsulado cuyas variedades más comunes son los genotipos 1, 2 y 3. Las regiones del mundo con mayor prevalencia incluyen Asia Central, el Sudeste Asiático y el Norte de África.

Contagio de la hepatitis C

La transmisión del virus tiene lugar por medio de la sangre u otros fluidos biológicos contaminados. Las personas con mayor riesgo de contraer la enfermedad son las que comparten jeringuillas y, de forma accidental, los trabajadores sanitarios por pinchazos o heridas con material infectado.

También es posible la transmisión debido a prácticas sexuales sin preservativo con una persona infectada.

Los centros de acupuntura y establecimientos donde se hacen tatuajes y piercings deben cumplir la normativa sanitaria y utilizar material esterilizado para evitar el riesgo de contagio de hepatitis C. De igual modo, es preferible no compartir cuchillas de afeitar o cepillos de dientes.

Durante el parto, el virus puede pasar de la madre infectada a su hijo.

Por último, una quinta parte de las personas que presentan daños hepáticos causados por el consumo de alcohol resultan infectadas por el virus. Se desconoce el mecanismo por el que se produce la infección.

El riesgo de complicaciones es más alto en las personas que se han contagiado por una transfusión de sangre y en aquellos pacientes que presentan otras infecciones causadas por virus (VIH o hepatitis B) y otros problemas que afecten al hígado, incluido el alcoholismo.

Identificación del virus de la hepatitis C

El diagnóstico de la enfermedad requiere la detección de los anticuerpos anti-HCV y/o el ARN del virus en sangre. Este test es capaz de distinguir entre una infección pasada o una actual, pero no discrimina entre aguda y crónica.

Síntomas de la hepatitis C

La infección por el VHC es asintomática en el 90 % de los casos. Se suele producir durante la edad adulta (de 30 a 50 años). La mayoría de los diagnósticos se producen cuando la hepatitis ya es crónica.

Entre un 20 y un 30 % de las personas infectadas se curan espontáneamente.

Los síntomas, en caso de aparecer, despistan por su escasa relación hepática: fatiga, náuseas, anorexia, dolor muscular y articular, debilidad y pérdida de peso. Sin embargo, en algunos casos también pueden aparecer los síntomas típicos de la hepatitis (ictericia, orina oscura, heces blanquecinas, etc.).

En España, unas 900.000 personas han sido infectadas por el virus de la hepatitis C.

Prevención y tratamiento de la hepatitis C

No existe una vacuna para la hepatitis C.

Tratamiento con antivirales

En los casos graves se recomienda el tratamiento farmacológico.

El tratamiento con antivirales debe iniciarse si se comprueba que el hígado ha comenzado su deterioro (aparece fibrosis) o cuando el diagnóstico se produce en una fase avanzada (la fibrosis ha desembocado en cirrosis o incluso hay más daños).

Existen varios tratamientos farmacológicos. El más habitual suele incluir la combinación de fármacos clásicos, como el peginterferón-alfa acompañado de ribavirina. En el caso del genotipo 1 del VHC, al tratamiento clásico puede asociarse un inhibidor de la proteasa (boceprevir o telaprevir).

La alternativa más reciente es combinar los nuevos fármacos sofosbuvir (Sovaldi) o daclatasvir (Daklinza) con ribavirina, o bien con un nuevo inhibidor de la proteasa, simeprevir (Olysio).

El principal inconveniente de los nuevos fármacos es su precio. Aunque presentan menos efectos adversos conocidos, se trata de medicamentos nuevos, por lo que podrían descubrirse en el futuro nuevos efectos secundarios.

Hepatitis D

El virus de la hepatitis D es un Deltavirus que incluye un genoma de ARN circular.

Su principal característica es que necesita la presencia del virus de la hepatitis B para infectar las células del hígado.

El virus D se encuentra difuminado por todo el mundo, con una mayor presencia en países de África, Sudamérica y en Turquía, Mongolia, el sur de Italia y la antigua Unión soviética.

En el mundo hay aproximadamente 15 millones de personas que presentan la infección crónica del virus de la hepatitis D y el virus de la hepatitis B.

Contagio de la hepatitis D

La transmisión se produce únicamente por medio de dos patrones diferenciados: coinfección y sobreinfección. La coinfección se define como la infección simultánea por el virus de la hepatitis B, junto con el de la hepatitis D. El resultado es una hepatitis B aguda, junto con una hepatitis D aguda.

La sobreinfección tiene lugar cuando se produce la infección por el virus de la hepatitis D en individuos que ya estaban infectados crónicamente por el virus de la B.

Como sucede con la hepatitis B, la transmisión del virus de la hepatitis D puede producirse por vía sexual (semen o secreciones vaginales), a través de la sangre (uso de jeringuillas contaminadas, heridas y transfusiones) y durante el parto, si bien la transmisión de madre a hijo es rara.

Identificación del virus de la hepatitis D

La infección por el virus de la hepatitis D se diagnostica por la presencia de inmunoglobulinas G y M anti-VHD, y se confirma por la detección de RNA del virus en el suero.

Síntomas de la hepatitis D

Los síntomas clínicos de la enfermedad aguda son indistinguibles de los relacionados con otras hepatitis, aunque tienden a ser más severos. Tras la infección y después de un período de incubación de varias semanas, aparecen síntomas inespecíficos como fatiga, anorexia, letargia y náuseas con un aumento de las transaminasas ALT y AST.

En la hepatitis aguda, la infección simultánea por el virus de la hepatitis B y el de la D puede producir hepatitis de leve a grave, incluso fulminante. Sin embargo, la recuperación suele ser total y la hepatitis D crónica es rara (menos del 5% de los casos).

La sobreinfección por el virus de la hepatitis D acelera la progresión hacia la cirrosis, que aparece casi 10 años antes que en los casos de infección únicamente por el virus de la hepatitis B.

Prevención y tratamiento de la hepatitis D

La vacunación contra el virus de la hepatitis B previene la coinfección por el virus de la hepatitis D. De este modo, la expansión de los programas de vacunación infantil contra la hepatitis B ha supuesto una reducción de la incidencia de la hepatitis D en todo el mundo.

No hay tratamiento específico para la infección aguda ni crónica por el virus de la hepatitis D. Sin embargo, el peginterferón-alfa, indicado en casos de hepatitis C, puede ser efectivo en el tratamiento de la hepatitis D.

Hepatitis E

El virus que causa la hepatitis E pertenece a la familia de los Hepeviridae. Se conocen 4 serotipos diferentes.

Cada año se producen unos 20 millones de casos de infección por el virus de la hepatitis E, que determinan más de 3 millones de casos sintomáticos de hepatitis.

La enfermedad es frecuente en países con acceso limitado a servicios esenciales de suministro de agua y saneamiento. Suelen producirse brotes tras la contaminación fecal del suministro de agua de bebida.

Contagio de la hepatitis E

En zonas con deficiencia de higiene, los genotipos 1 y 2 del virus de la hepatitis E se transmiten entre humanos por vía oro-fecal, habitualmente por agua contaminada. De este modo, las personas infectadas excretan el virus por vía fecal, entrando en el organismo humano por vía oral.

Los genotipos 3 y 4, más comunes en los países desarrollados, infectan tanto a humanos como a ciertos animales. Puede existir una transmisión zoonótica desde reservorios animales (incluyendo cerdos, jabalíes y ciervos) a los que no causa la enfermedad, pero pueden infectar ocasionalmente al ser humano.

Otras vías de transmisión menos relevantes pueden ser la ingestión de carne o productos cárnicos poco cocinados derivados de animales infectados, la transfusión de sangre infectada y la transmisión de la madre al feto. La ingestión de mariscos crudos o poco cocinados puede provocar la aparición de casos en zonas endémicas.

La evolución hacia casos crónicos puede ocurrir en el caso del genotipo 3, con pacientes inmunosuprimidos.

Una infección típica se inicia con un periodo de incubación que va de 2 semanas a 2 meses, con la aparición de virus en las heces y la desaparición de los virus en sangre cuando aparecen los síntomas.

Identificación del virus de la hepatitis E

La infección por el virus E puede ser diagnosticado indirectamente mediante la detección de los anticuerpos específicos contra el virus, o directamente por medio de la detección de los genes víricos en la sangre o el resto de fluidos corporales.

El diagnóstico definitivo de la hepatitis E suele basarse en la detección en la sangre de anticuerpos IgM específicos contra este virus, prueba que suele ser suficiente en zonas donde la enfermedad es frecuente.

Síntomas de la hepatitis E

Habitualmente, la infección se resuelve por sí sola en 2-6 semanas.

Los síntomas agudos incluyen una fase inicial con fiebre, disminución del apetito, vómitos, dolor abdominal, erupciones cutáneas y dolor articular. También aparece ictericia, orina oscura y heces blanquecinas y hepatomegalia.

En raras ocasiones la hepatitis E aguda se convierte en una hepatitis fulminante.

Las embarazadas con hepatitis E presentan mayor riesgo de insuficiencia hepática y de muerte propia y del feto.

Prevención y tratamiento de la hepatitis E

No existe ningún tratamiento específico efectivo contra la hepatitis E aguda.

La prevención es la medida más eficaz contra la enfermedad. Es preciso extremar la higiene en los sistemas de suministro de agua y adoptando prácticas higiénicas individuales, como lavarse las manos antes de manipular alimentos y evitando beber agua sin garantías de higiene.

Hepatitis G

El virus que causa la hepatitis G es un Flavivirus. La infección es muy común en todo el mundo, estimándose una incidencia global del 1,7 %. Se trata de un virus que se sigue investigando en la actualidad.

Contagio de la hepatitis G

El virus se transmite por vía parenteral (pacientes sometidos a transfusiones múltiples o que comparten jeringuillas) aunque también puede transmitirse por vía sexual y de madre a hijo.

Identificación del virus de la hepatitis G

Se utiliza la identificación del ARN del virus en sangre para el diagnóstico. La particularidad del virus G es que puede aparecer en el hígado a niveles bajos, incluso indetectables, pero sí se detecta en los linfocitos.

Síntomas de la hepatitis G

Todavía se discute sobre la patogenicidad del virus y la aparición de síntomas tras la infección. En cualquier caso, se trata de un virus que no produce una patología hepática considerable.

Prevención y tratamiento de la hepatitis G

En principio, por las características de la enfermedad, no se requiere la utilización de tratamiento. No existen vacunas disponibles.

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