Asma: cómo evitar los ataques

El asma es una enfermedad respiratoria que sigue aumentando en nuestro entorno y que suele crecer paralelamente con la industrialización.

El asma no se cura con medicamentos, aunque es posible controlarla y poder disfrutar de una buena calidad de vida.

Sin embargo, cuando la enfermedad se manifiesta en la infancia es frecuente que desaparezca por sí sola con la edad.

En cualquier caso, es fundamental una adecuada medicación y el control de los factores que desencadenan los ataques.

Epidemiología del asma

La incidencia de asma sigue aumentando. Afecta a más del 6 % de la población europea, y en el caso de los niños, casi 1 de cada 10 sufre este problema respiratorio.

En España, las estimaciones hablan de una prevalencia del 5 % de la población.

En este sentido, en el aumento de la enfermedad que se registra desde hace años, influyen las mejoras en el diagnóstico. Sin embargo, también parece influir una mayor sensibilidad a los alérgenos ambientales.

Causas del asma

El asma es el resultado de una combinación de factores hereditarios y ambientales. De este modo, unos padres asmáticos es probable que tengan algún hijo con la enfermedad, aunque esta predisposición genética no es suficiente para desarrollarla. Sin embargo, si existe una especial sensibilidad a un determinado agente irritante, medicamento o alérgeno (ácaros del polvo, polen, hongos, partículas de animales), aparecerá el asma.

Factores de riesgo para el asma

Existen ciertos factores que se han relacionado con una mayor probabilidad de desarrollar asma. Entre ellos destaca la carencia en la dieta de ácidos grasos omega 3 y de vitaminas C y E. También la obesidad se relaciona positivamente con la enfermedad.

Por otro lado, una hipótesis muy extendida que no ha podido ser confirmada es que una higiene excesiva en los niños podría hacerlos más vulnerables a enfermedades alérgicas, entre ellas, el asma.

Finalmente, el tabaco y la contaminación puede que no sean el detonante de la enfermedad, aunque sí están entre los factores que repercuten en las crisis.

Asma: cambios en las vías respiratorias

En los ataques de asma el aire entra y sale de los pulmones con dificultad. Para que eso se produzca, tienen lugar cambios que no siempre se dan a la vez ni tienen la misma duración. Por un lado, se produce la inflamación de la mucosa interna de las vías respiratorias. Por otro lado, se produce el denominado broncoespasmo, en el que se contrae la musculatura de los conductos por los que circula el aire. Finalmente, un exceso de moco puede dificultar aún más la circulación del aire.

Síntomas del asma

Los síntomas más frecuentes del asma son:

  • Dificultad respiratoria (puede provocar ansiedad).
  • Sensación de opresión en el pecho y de ahogo.
  • Pitos o silbidos durante la respiración.

Algunos de estos síntomas son comunes a otras enfermedades respiratorias. En el caso del asma, se suelen manifestar de forma intermitente en forma de crisis o ataques que pueden durar desde unos minutos a varios días, en cuyo caso es necesaria la hospitalización.

Diagnóstico del asma

En caso de sospecha de asma, el médico puede practicar una serie de pruebas para confirmarlo. La espirometría mide la cantidad de aire que entra y sale de los pulmones. Para confirmar un origen alérgico, se pueden realizar pruebas cutáneas para determinar los posibles causantes.

Tratamiento del asma

Una vez diagnosticada la enfermedad, es muy importante establecer los mecanismos de control de las crisis o ataques. Para ello, es importante identificar los factores que pueden desencadenar un ataque de asma y saber cómo evitarlos.

También es importante establecer un protocolo de actuación cuando se sufre una crisis y aprender técnicas de relajación y respiración, etc.

Medicamentos para el asma

Los medicamentos para el asma pueden ser ingeridos, inyectados o inhalados. Los medicamentos para el asma que se inhalan son los más utilizados por su rapidez de actuación. También son los que presentan menos efectos secundarios, al poder ajustarse mejor la dosis, ya que el principio activo pasa directamente a los bronquios.

El tratamiento puede combinar:

  • Fármacos para las crisis puntuales, que suelen ser broncodilatadores que abren las vías respiratorias. Los más empleados son los medicamentos beta-agonistas.
  • Medicamentos para controlar la enfermedad. Los más comunes son los corticoides. Cada cierto tiempo, el médico valorará en qué estado se encuentra el paciente para regular la medicación.

Por otro lado, los casos por alergia a un agente identificado pueden tratarse con vacunas periódicas. Si al cabo de 2 años no se obtienen resultados positivos, se interrumpe el tratamiento. En cualquier caso, los niños suelen responder mejor a las vacunas que los adultos.

Inhaladores para el asma

La manera más común de tomar la medicación contra el asma es en forma inhalada. En este sentido, existen varios tipos de inhaladores, aunque todos tienen en común que liberan el medicamento en forma de partículas finas. Aprender a usar bien el aparato es fundamental para medicarse correctamente. Los dispositivos más comunes son:

  • Inhaladores presurizados. Llevan décadas usándose. Un gas a presión permite liberar el fármaco cada vez que se presiona la parte superior del aerosol. Son cómodos de llevar, aunque a los niños y a las personas mayores les cuesta aprender a usarlos.
  • Dispositivos de polvo seco. Existen distintos aparatos en los que se coloca una cápsula con el medicamento en polvo que se libera al activar el dispositivo. Hay que aspirarlo profundamente, por lo que puede ser incómodo durante un ataque.
  • Nebulizadores. El fármaco disuelto se convierte en una fina bruma, mediante acción mecánica, y puede ser aspirada a través de una mascarilla. Es ideal para niños pequeños.

Control de las crisis asmáticas

Para que el tratamiento del asma sea efectivo es necesario conocer e intentar evitar los factores que desencadenan las crisis. Estos son algunos de los más comunes:

  • Polen. Los días de mayor incidencia hay que mantener las ventanas cerradas y evitar salir de casa. En casa es recomendable limitar el número de plantas de interior.
  • Ácaros del polvo. Son diminutos arácnidos que se alimentan de escamas de la piel. Viven en colchones, almohadas, sofás, mantas y peluches. Para eliminarlos es preferible pasar el aspirador a barrer y evitar las moquetas, alfombras y cortinas.
  • Hongos. En el hogar los encontramos en alimentos, paredes húmedas, baños, cocinas, sótanos y aparatos de aire acondicionado. Un deshumidificador en algunas estancias de la casa puede ser una buena forma de evitar que proliferen.
  • Infecciones. Las infecciones respiratorias, ya sean de origen bacteriano o viral, como los resfriados, pueden desencadenar un ataque de asma. Es por ello que los asmáticos son uno de los grupos en los que se recomienda la vacunación antigripal.
  • Ejercicio físico. Respirar por la boca hace que el aire que llega a los pulmones no sea lo suficientemente húmedo y provoque una crisis. Hay que evitar ejercicios intensos y en ambientes fríos y secos. En caso de tener que decantarse por un deporte, la natación es una buena opción.
  • Mascotas. Las proteínas presentes en la caspa, la orina, las heces y la saliva de las mascotas constituyen un importante alérgeno para muchas personas. Hay que mantener una buena higiene del animal.
  • Medicamentos. Son varios los fármacos que pueden estar implicados, pero el ácido acetilsalicílico (la aspirina) es el que provoca más intolerancia en los asmáticos.
  • Emociones. La ansiedad, el estrés o algunas situaciones emocionales extremas pueden ser desencadenantes de ataques de asma. Incluso la risa intensa es capaz de provocar una crisis en algunas personas.
  • Factores ambientales. Se recomienda no fumar y evitar el humo del tabaco. Los días de mucha contaminación es preferible no salir a hacer deporte. Es recomendable no estar en contacto con pinturas, insecticidas y productos de limpieza.

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