Resistencia a los antibióticos y sus consecuencias

La resistencia a los antibióticos es uno de los principales problemas relacionado con las infecciones y la salud y uno de los máximos retos del siglo XXI desde el punto de vista médico, económico y social.

Su principal causa es el uso indiscriminado de antibióticos que crea resistencias en las bacterias y hace inútiles, por tanto, a los medicamentos.

Historia de los antibióticos

Todo comenzó en septiembre de 1928. El Dr. Alexander Fleming estudiaba las bacterias en su laboratorio. Al parecer, no tenía costumbre de mantener demasiado ordenado su lugar de trabajo. Gracias a ello, posiblemente, uno de los cultivos bacterianos en los que estaba trabajando se contaminó con un hongo.

Afortunadamente, el Dr. Fleming no restó importancia a aquel hecho fortuito y pudo comprobar que en aquella placa contaminada el cultivo bacteriano acabaría muriendo. Fleming indagó en las causas de aquel suceso y descubrió que el hongo contaminante producía una sustancia con capacidad bactericida, es decir, capaz de destruir a las bacterias. El padre de los antibióticos bautizó al primer medicamento que mataba bacterias de la historia con el nombre de penicilina, debido al hongo que la había producido, por casualidad, ante sus ojos.

Ya por aquel entonces Fleming advertía de lo que actualmente es, a gran escala, uno de los más graves problemas de salud a los que se enfrenta la medicina moderna: la resistencia bacteriana a los antibióticos.

Resistencia a los antibióticos

La resistencia bacteriana no es más que el resultado del proceso de selección natural y propagación de aquellas bacterias que son capaces de sobrevivir al tratamiento antibiótico. A estas bacterias supervivientes se les denomina resistentes.

En este sentido, las bacterias tienen una asombrosa e intrínseca capacidad de mutar. Cuando enfrentas una bacteria a un antibiótico, automáticamente se genera un proceso de selección natural por el cual, de entre todas las mutaciones que se producen, habrá algunas que permitirán a la bacteria sortear los efectos del antibiótico. Las bacterias que han generado esa mutación sobrevivirán al antibiótico en cuestión y se multiplicarán, generando una nueva cepa bacteriana resistente.

Estas cepas resistentes se transmiten y se propagan entre las personas con suma facilidad. Pero no solo entre las personas. También existe transmisión de resistencias bacterianas a otros niveles: a nivel veterinario y a nivel medioambiental. 

En el momento en que existe una bacteria resistente −ya sea de origen humano o animal− esta tiene la capacidad de traspasar el mecanismo de su resistencia a otras bacterias, contribuyendo de esta manera a su mayor propagación.

Resistencia a los antibióticos: dimensiones del problema

El problema de las resistencias de antibióticos no es un asunto teórico, que esté ocurriendo dentro de los laboratorios, ni algo que vaya a pasar, sino que es un problema en el día a día en las consultas médicas y en los ingresos hospitalarios.

Cuando los sanitarios se encuentran con un paciente que sufre una infección por una bacteria multirresistente tienen pocos recursos a los que recurrir. El actual arsenal de antibióticos puede llegar a ser completamente inútil ante una de estas infecciones.

Por poner un ejemplo, la OMS estima que en 2014, hubo cerca de 480.000 nuevos casos de tuberculosis multirresistente a los fármacos, una enfermedad erradicada de muchos territorios en el pasado y que vuelve a aparecer con fuerza, entre otras causas, por la resistencia a los antibióticos.

En nuestro entorno, las autoridades sanitarias estiman que en toda Europa las resistencias bacterianas son responsables de más de 25.000 muertes al año.

Soluciones problemáticas

La escasez de antibióticos eficaces ha obligado a recurrir a antibióticos antiguos y que habían caído en desuso debido a sus graves efectos secundarios. Ese, por ejemplo, es el caso de la colistina, un antibiótico antiguo que a pesar de ser nefrotóxico y neurotóxico ha sido rescatado y se reserva ahora como último recurso en casos de infecciones multirresistentes.

Resistencia a los antibióticos y cambio climático

El cambio climático y las modificaciones del medio natural debidas a las actividades humanas también pueden afectar a la propagación de la resistencia a los antibióticos.

El calentamiento global que experimenta el planeta está aumentando el territorio en el que interactúan los humanos con microorganismos y animales. Especialmente con especies que actúan de vector de contagio, como insectos, mosquitos y pájaros.

En este sentido, los eventos climáticos, como “el niño” pueden modificar las corrientes oceánicas y la distribución intercontinental de patógenos bacterianos.

El futuro de los antibióticos

Si el avance de las resistencias bacterianas no cesa, es posible que tengamos que enfrentarnos de nuevo a situaciones propias de la era anterior a la aparición de los antibióticos, dónde la gente fallecía por infecciones hoy en día consideradas banales.

Además, es posible que se vieran comprometidos otros tratamientos, como por ejemplo, intervenciones quirúrgicas mayores, trasplantes de órganos y quimioterapia. Todos estos tratamientos llevan acompañado un riesgo elevado de infección. De este modo, sin antibióticos eficaces no se podría garantizar el éxito de muchos tratamientos.

Cómo frenar la resistencia a los antibióticos

Existe una relación directa entre el mayor uso de antibióticos y el aumento de resistencias bacterianas. Un buen ejemplo de ello lo vemos en nuestro país. España es uno de los estados de la Unión Europea que más antibióticos consume y esto se relaciona con un aumento de resistencias en los últimos años.

Actualmente, las recomendaciones de todas las organizaciones sanitarias apuntan en la misma dirección: reducir el consumo de antibióticos al mínimo imprescindible y asegurarse del uso correcto de estos.

Reglas sencillas para luchar contra la resistencia a los antibióticos

  • Completar la pauta y duración del tratamiento antibiótico prescrito por el médico.
  • No guardar antibióticos en casa, ni siquiera dosis remanentes de tratamientos anteriores.
  • No tomar antibióticos a no ser que lo haya recetado el médico.
  • No tomar antibióticos frente a la gripe y otros procesos virales, ya que en estos casos no sirven.

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